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ENTRE LAS ‘FAKE NEWS’ Y EL FUTURO DEL PERIODISMO

  • Foto del escritor: Productor Independiente
    Productor Independiente
  • 22 feb 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 22 feb 2019

Por: Brayan Chaparro.

La realidad no basta. Esa parece ser la nueva premisa del periodismo. Al menos así lo piensa el común de los ciudadanos tras el reciente destape del ‘Spiegelgate’. El caso de Claas Relotius, reconocido ex colaborador de la revista alemana Der Spiegel, ha traído de nuevo al centro del debate la credibilidad del periodismo en la era de las ‘fake news’.


Los logros increíbles –en realidad imposibles– de Relotius terminaron por caerse abajo. Y con ellos la credibilidad del afamado semanario, cuando se descubrió que los textos firmados por la estrella del periodismo alemán eran inventados. Juan Moreno, un periodista freelance de origen español que trabajaba para Der Spiegel desde Berlín, hizo estallar la noticia sin imaginar la conmoción que causaría.


Ahora, la victoria de Moreno se lee en clave de derrota. El éxito del periodista para desenmascarar al cuatro veces ganador del premio Reporter, una iniciativa ciudadana que condecora al buen periodismo, es poco menos que agridulce. Relotius no solo engañó a una redacción de profesionales veteranos, engañó a todo un país y deja una profunda herida.


La verdad, esa sustancia tan compleja a la que todos creen tener acceso, es el debate de fondo. Por mucho tiempo se estableció –entre los medios y la sociedad– un ‘mare clausum’ informativo que otorgaba el manejo de la información a unos en representación de todos. Hoy ya nadie defiende un pacto como este. Con la llegada de los medios digitales se ha entablado un ‘mare liberum’ en el que se antepone la libertad de expresión a la responsabilidad y la ética.


Así como los navegantes holandeses del siglo XVII defendían que los océanos no podían ser propiedad de nadie y que todos tenían derecho a navegar y aprovecharse de ellos, lo mismo creen de internet algunos navegantes del siglo XXI. Esto lo podemos atribuir –como bien dijo Umberto Eco– al problema de la red, “que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”.


Sin embargo, ¿qué pasa cuando son los periodistas los que fallan? ¿Cuándo se descubre que su legitimidad está edificada sobre la base de una maraña de ficciones e inventos? Sospechar de todo quizá no es la opción más práctica.


No hace falta mucho buscar la paja en el ojo ajeno sino mirar la viga en el propio. Hace un par de años pasaba algo similar en el país. Un texto de Rubén Darío Buitrón sobre Caparrós –una suerte de “ensayo-perfil” como él refirió­– terminó por desatar una polémica. En ninguna parte del texto –tanto en la versión impresa como digital –que publicó diario Expreso bajo el título de “Entre el Papa, los Kirchner y el ego argentino” se decía que era una entrevista, pero así se leyó. En efecto, el periodista buscó la entrevista, pero no la consiguió.


Lo que hizo Buitrón fue ensayar a partir de las reflexiones irreverentes que Caparrós había hecho acerca de acontecimientos gran coyuntura internacional. No mintió, pero la información que utilizó para construir la nota no era suya, no la había obtenido de primera mano. La confusión le jugó una mala pasada, pero el periodismo es bastante claro, no hay espacio para la ambigüedad.


Bajo este panorama, preguntarse acerca del futuro del periodismo es un poco desalentador, pero necesario. No es la búsqueda de una respuesta que permita zanjar el asunto de una vez y para siempre, sino arrojar una suerte de luz en un espacio que, de a poco, ha quedado relegado, camuflado para evitar la vergüenza.


La situación es grave. El filósofo estadounidense Noam Chomsky, en una entrevista con diario El País, dijo que la gente ya no creía en los hechos y esa es una realidad que estamos viviendo actualmente. El antídoto a esta enfermedad, como lo propone Aldemar Moreno, son los periodistas: “los hechos son los hechos y ahí es donde el periodismo debe brindarle a la sociedad la posibilidad de tener cierto nivel de certeza sobre lo que está ocurriendo”, afirmó el editor de la revista Dinero en una entrevista para la Fundación Gabriel García Márquez para el nuevo periodismo latinoamericano.


Urge rescatar los principios del periodismo en la era de las ‘fake news’. Ese es el futuro, según opinan los propios periodistas. El periodismo se debe volver a profesionalizar, rescatar sus fundamentos éticos. Hay que buscar ese “periodismo de calidad”, de calle para ser más precisos. Volver a lo básico. Informar sin más ni más, pero sin perder de vista la criticidad. Si algo ha pasado con toda esta avalancha es la deslegitimación del periodismo. La apuesta más grande es por revalorizar la profesión.

 
 
 

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